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Vargas Llosa considera el aborto como un derecho de la mujer y duda que el embrión sea un ser humano
Un peruano ha recibido el nobel de literatura y nos llena de orgullo. Es un premio reconocido mundialmente y que si bien, algunos factores ideológicos parece que influyen (como es el haber ignorado a Borges), no resta mérito alguno para quien se ha distinguido por haber desarrollado un arte del oficio de escribir.
Pero los peruanos no vamos a leernos las manos entre nosotros. Las opiniones de Vargas Llosa en el futuro serán utilizadas como fuente autorizada, y muchos caerán en una especie de “vargasllosalatría”, cual si fuera una nueva religión laical. En lógica el tema es más sencillo, se llama “argumentum ad verecundiam”. Al autor de “La guerra del fin del mundo” lo convertirán, con o sin su anuencia, en una especie oráculo sobre muchos temas convenientes, cuando sencillamente este autor es ideológicamente un liberal.
Por eso no nos extraña ciertas manifestaciones de esta nueva religión como la de El Comercio cuando en primera página coloca el día de ayer que “MVLL tiene la capacidad de ver el bien y el mal”. Una frase de ecos bíblicos por cierto. Claro, la opinión es de su amigo Fernando de Szyszlo, pero el efecto está dado.
Así que parafraseando, podemos decir, que Vargas Llosa en temas éticos y de moral, es un gran novelista, especialmente en aquellos a defensa de la vida del concebido.
Por eso nos adelantamos.
En su artículo “El nasciturus” publicado en El País de España el 11 de octubre de 1998 señala que:
- No se puede establecer que el concebido sea un ser humano.
- Que la decisión que viva o no debe ser de la madre.
- Que el aborto es un derecho de la madre
Es absolutamente ocioso discutir sobre si el nasciturus, el embrión de pocas semanas, debe ser considerado un ser humano -dotado de un alma, según los creyentes- o sólo un proyecto de vida, porque no hay modo alguno de zanjar objetivamente la cuestión. Esto no es algo que puede determinar la ciencia; o, mejor dicho, los científicos sólo pueden pronunciarse en un sentido o en otro no en nombre de su ciencia, sino de sus creencias y principios, igual que los legos. Desde luego que es respetabilísima la convicción de quienes sostienen, guiados por su fe, que el nasciturus es ya un ser humano imbuido de derechos, cuya existencia debe ser respetada. Y también lo es que, coherentes con sus principios, los publiciten y traten de ganar adeptos para su causa.
Sería un atropello intolerable que, por una medida de fuerza, como ocurrió en la India de Indira Ghandi, o como ocurre todavía en China, una madre sea obligada a abortar. Pero ¿no lo es, igualmente, que sea obligada a tener los hijos que no quiere o no puede tener, en razón de creencias que no son las suyas, o que, siéndolo, impelida por las circunstancias, se ve inducida a transgredir? Ésta es una delicada materia, que tiene que ver con el meollo mismo de la cultura democrática.
En su artículo “Cobardía e hipocresía” del 12 de diciembre del 2002 publicado en El País, Vargas Llosa realiza un ejercicio de ataque verbal feroz (no hay otra palabra para quienes hemos leído el artículo) contra el Cardenal Cipriani, por haberse pronunciado fuertemente contra el intento de colocar el aborto terapéutico en la Constitución peruana (que en verdad, en nuestro concepto, honra al obispo peruano). En este artículo señala lo mismo que el anterior, y agrega su simpatía por la causa feminista y su temor por los excesos fanáticos de los pro vida en algunos países. En este artículo hay dos citas para la historia
La primera que los niveles de civilización (¿?) y democracia aseguran que la mujer tenga derecho a abortar.
Si alguna vez el país en el que nací alcanza los niveles de civilización y democracia de Inglaterra, Suecia, Suiza y (ahora) España, para citar sólo los que conozco más de cerca, ésta será también la política que terminará por imponerse en el Perú. (Ya sé que falta mucho para eso y que yo no lo veré).
La segunda, una demostración clara de no entender lo que significa una nueva vida del concebido con un ADN único.
Con el mismo argumento que los partidarios de la penalización (del aborto) proclaman que el embrión es ya `la vida’ podría sostenerse que ella existe todavía antes, en el espermatozoide y que, por lo tanto, el orgasmo de cualquier índole constituye un verdadero genocidio.
Por último, como ciudadano español que también es, Vargas Llosa retiró su apoyo al partido Partido Popular y se lo dio al recientemente creado Unión progreso y Democracia aduciendo su cercanía a su liberalismo:
“Como liberal, creo que medidas como la despenalización del aborto, los matrimonios gays y el derecho de las parejas homosexuales a adoptar niños, son medidas de progreso que aumentan la libertad y los derechos humanos en España, y por tanto, no me puedo sentir representado por un partido que rechaza esas reformas”.
Por eso, desde este blog, felicitamos sólo al Vargas Llosa novelista.
[...] Y pues ya entrados en estas cosas del aborto, qué les parecen las palabras de un gran novel??? (risass), nomás chequense el título de este artículo: “En temas de ética y moral, Vargas Llosa es un buen novelista”. [...]