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Léelo hasta el final

Se nos pasó este artículo porque no lo leímos hasta el final. Muchos de los que conformamos el equipo lo consideramos brillante porque refleja el revés de la lógica de los que defienden el aborto. Fue escrito por Maritza Espinoza y apareció en el diario La República el lunes 26 de octubre. Léanlo hasta el final.

CONCIENCIA TRANQUILA

Por Maritza Espinoza

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"Si dejaba que viviera, nunca podría realizarse como ser humano".

Sí, era el fruto de sus entrañas, pero, mientras existiera, jamás podría ser feliz. Ella era una chica de 18 años que apenas estaba empezando a vivir. ¿Qué futuro podía tener si cargaba con esto el resto de su vida? Su felicidad estaba antes que nada. Y nunca podría ser feliz si se echaba sobre las espaldas una carga para la que no estaba preparada.

¿Qué por qué no lo pensó antes? Bueno, las cosas se habían desarrollado así. Tal vez pecó de irresponsable o poco respetuosa, errores tan comunes en cualquier adolescente, pero nada justificaba el precio que ahora tenía que pagar.

Si se descubría, sería terrible. Toda la buena imagen que tenían de ella se vendría abajo. Esa imagen de niña buena, obediente, cumplidora de su deber. Una imagen que había construido con esfuerzo y que llenaba de orgullo a todos los que la conocían.
Tenía que deshacerse del problema de inmediato. Total, solo se trataba de un manojo de nervios que, si le dejaba existir, lloraría incesantemente y estropearía cada momento de su existencia. Lo había visto en otros casos: vidas truncadas, traumas, abandono. No, ella no pasaría por eso. Merecía algo mejor.

Si dejaba que viviera, nunca podría realizarse como ser humano. ¿Cómo pensar en estudiar, viajar, trabajar? Eso siempre sería un estorbo y se interpondría entre ella y sus sueños. Tenía que ser la dueña de su destino. Nadie más podía decirle qué hacer. Ni Dios, que, valgan verdades, no tiene por qué meterse en esas cosas tan personales.

¿Y la culpa? Sí, tenía que aceptar que sentía algo de culpa. No era algo de lo cual sentirse orgullosa. Pero había millones de mujeres en el mundo que habían pasado por lo mismo. Claro, como siempre, las más pobres sufrían más. Claro, en esta sociedad, a las que tenían dinero nunca les pasaba nada. Así era el sistema. Solo les bastaba contratar a alguien y se deshacían del problema sin consecuencias mayores. Gracias a Dios, ella tenía acceso al más competente de los profesionales.

Respiró con la conciencia tranquila. Un día, las leyes le darían la razón. Estaba en todo su derecho. Marcó un número y contrató al sicario que asesinaría a su madre.

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