Steve Jobs no fue un niño deseado por sus padres biológicos, ambos jóvenes y de culturas distintas. Sus padres en lugar de pensar en el aborto lo dieron en adopción. Por su reciente fallecimiento, este hecho ha vuelto saltar en la prensa y, para muchos con un ángulo particularmente interesante.
Toda vida es valiosa por sí misma, pero el ejemplo de que sus padres biológicos hayan querido que Steve Jobs viviera, hace más evidente, con gran claridad, que la muerte de un niño no deseado puede ser la pérdida de proyectos asombrosos de realización personal, y en este caso, sin exagerar, de alcance global.
Cuando Jobs nace en 1955 faltaban aún 18 años para que se diera la legalización del aborto en los EE.UU. Por eso los grupos provida católicos se preguntan cuántos “Steve Jobs”, cuántos genios, artistas, líderes, han podido ser abortados para que la opinión pública de ese país reaccione ante el drama que vive el país.
Y ponen el dedo en la llaga: el sentimiento de pérdida que tenemos nos debe mostrar lo valiosa que es una vida y cómo hubiera sido Estados Unidos sin él.
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